Me llamo Pablo, trataré en breves líneas comentarles mi experiencia personal en la residencia “El Cortijo" Siempre tuve un fuerte apego hacia mis seres queridos mayores, ya sea abuelos, padres y tios. Desde niño frecuentaba la casa de mis abuelos; me sentía muy feliz compartiendo todo con ellos. A medida que transcurrieron los años, todo fue cambiando, de pronto perdí a mi madre siendo ella muy joven. Esto causó en mi un dolor inolvidable, dejándome secuelas difíciles de superar. Así es como mi abuela Rosa, mamá de mamá cubrió el rol de madre. Su casa era un vergel de amor, contención y cariño, cubriendo así lo que esa alma de niño esperaba. El tiempo seguía su curso y la abuela envejecía, se debilitaba y ya no podía asistirse sola, necesitando de la ayuda de empleados y un enfermero. Todo parecía complicarse, a quienes ella le dio amor, atención, educación se fueron dispersando, solo unos pocos quedamos, nos resistíamos a la idea de trasladarla a una residencia para mayores. Agobiados y desorientados un cierto día, conocimos la residencia de nuestros amigos Carlos Hugo y Cristian. En esa primera visita nos dimos con una casa llena de calor humano, además de ser muy confortable, y nos abrieron la puerta para ingresar a esta nueva familia. Así comenzamos a caminar con la abuela en esta cálida familia que nos brindaron todo; y de corazón, por cierto no solo ellos sino también del grupo maravilloso que los acompaña. En el diario compartir es inolvidable la paz al entrar, el olorcito que salía de la cocina muy sabroso, que te hacía sentir como en tu casa. Las habitaciones impecables, la música suave en el living, la animación de las chicas, el hermoso jardín con sus pájaros cantando, la atención permanente de esas mujeres dedicadas con verdadera vocación y amor de “hijas”. Los tristes y agobiantes momentos del pasado ya parecían un sueño gracias a esta gente. Con la abuela compartimos hermosos momentos, tales como la lectura de la palabra los sábados o domingos y la comunión, los juegos de animación, las fiestas de cumpleaños o de fin de año. Un cierto día; Dios llamó a la abuela junto a él, ya había cumplido su misión en la tierra, todo parecía desmoronarse, pero debía aceptar su voluntad. Este hermoso grupo me ayudo a comprenderlo, me apuntaló y apoyo. Mirando hacia atrás, lo único que puedo decirles es gracias infinitamente por lo que dieron por ella, y el amor con el que se brindaron. “No es un geriátrico, es un hogar de todos, una gran familia, cuyo cimiento es el amor y la comprensión a las necesidades del adulto y su familia.
Cuando nos tocó, a mí y a mi hermano, la difícil tarea de trasladar a mama de su departamento a un lugar donde recibiera atención permanente y especifica ya que el tema había desbordado a las dos familias, hubo que hacer frente a dos cuestiones nada fáciles: a) Asumir que nos encontrábamos ante una decisión dolorosa, que en ese momento nos introducía sentimiento de culpa, en el sentido de creer que solo con nosotros se sentía bien; y b) Una vez conversado el tema con sus médicos especialistas, con otra gente conocida que tenía o había pasado por el mismo problema, y entre nosotros haber tomado la decisión de que era la única salida posible que permitía retomar una vida normal con nuestras esposas e hijos y a la vez asegurar la tranquilidad de nuestra madre, nos abocamos a la tarea de buscar un lugar donde realmente se sintiera como en una casa de familia y bien atendida. Ese fue nuestro objetivo. Eso fue en septiembre de 2006. La cruda verdad es que pensábamos que por el deterioro físico y mental de mama, que era y es progresivo, que su horizonte de vida no era lejano. De esto hace ya más de dos años y medio, vamos para tres. Puede ser cierto que los medicamentos “ralentizado”, por así decirlo, su estado físico y mental, pero también es cierto que las características del lugar, la excelente atención personalizada, el cariño personal puesto por sus dueños y por todo el cuerpo de enfermeras que atiende a la gente que allí está, han contribuido a que hoy mamá este todavía presente. La verdad es que tengo solo palabras de agradecimiento a todos los que contribuyen, no únicamente al estado de mi madre, sino al de todos los ancianos y enfermos que allí se encuentran. Creo que lo que expreso debe ser el pensamiento de la inmensa mayoría de los familiares de los abuelos y abuelas que allí se encuentran. Resumo, el lugar es tan familiar que el día que mi madre no esté -si yo no me he ido antes-, pienso que cada tanto me daré una vuelta a saludar a los abuelos que estén y a toda la gente de este hermoso hogar que es El Cortijo.
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